sábado, 12 de junio de 2021

Cien Años de Soledad — Gabriel García Márquez







“No había ningún misterio en el corazón de un Buendía que fuera impenetrable para ella, porque un siglo de naipes y de experiencias le había enseñado que la historia de la familia era un engranaje de repeticiones irreparables, una rueda giratoria que hubiera seguido dando vueltas hasta la eternidad, de no haber sido por el desgaste progresivo e irremediable del eje.”







Sinopsis:

"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo". Con estas palabras empieza una novela ya legendaria en los anales de la literatura universal, una de las aventuras literarias más fascinantes de nuestro siglo. Millones de ejemplares de Cien años de Soledad leídos en todas las lenguas y el premio Nobel de Literatura coronando una obra que se había abierto paso "boca a boca".


Opinión:

Este libro es la historia de muchos pueblos, de muchas familias y de muchas estirpes.

Leer este libro me transportaba a los tiempos de mis abuelos y a las historias que ellos mismos cuentan de sus propios pueblos y sus propias vidas. Me sorprendió tanto que el origen de Macondo se parezca tanto a los orígenes de los pueblos de mis abuelos, y me hace pensar que quizá la historia de muchos de los pueblos de Latinoamérica en realidad sea el mismo. Es como leer varias historias de distintos pueblos en un solo libro y darnos cuenta de que por muy grande que sea el continente la historia tiende a repetirse en distintos lugares al mismo tiempo.

Mi parte favorita fue la fundación de Macondo y el origen del pueblo. La historia de que iban buscando un lugar y solo decidieron quedarse ahí, es la misma historia del pueblo de mi mamá. Mis abuelos huían de su pueblo y junto con otras personas empezaron una búsqueda, y en un lugar que era en medio de la selva decidieron que fundarían un nuevo pueblo. ¡Es la misma historia! Quizás esa es la razón de que me gustará tanto la fundación del pueblo, porque la podía relacionar con historias que ya me habían contado.

Poco a poco Macondo pasa de ser un pueblo inexistente a un lugar muy reconocido: el lugar de nacimiento del General Aureliano Buendía. El libro es en sí la historia de Macondo y los Buendía, pareciera que cuando la estirpe del fundador se extinguiera el pueblo también estaba destinado a la miseria. Una persona y su descendencia ligada a un lugar.

Otra parte que me sorprendió mucho fue la historia de la compañía bananera. Su inicio, desarrollo y fin de la empresa ejemplifican tan bien a los gobiernos corruptos de Latinoamérica, incluyendo a mi país: México.


Debo admitir que aparte de esas épocas, mucho del libro me pareció tedioso porque todo se repetía una y otra vez. Los tatarabuelos, los bisabuelos, los abuelos, los padres y los hijos, todos parecían repetir las historias de sus ancestros y no solo los nombres. Entiendo que, a lo mejor, esa era la intención del autor: ejemplificar que la vida es un sinfín de ciclos que se repiten una y otra vez; pero tantas páginas de lo mismo y la lectura se volvió tediosa para mí.

Frases y Citas:

“Todavía no tenemos un muerto. Uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo la tierra.”

“—Dime una cosa, compadre: ¿por qué estás peleando?
—Por qué ha de ser, compadre —contestó el coronel Gerineldo Márquez—: por el gran partido liberal.
—Dichoso tú que lo sabes —contestó él—. Yo, por mi parte, apenas ahora me doy cuenta que estoy peleando por orgullo.
—Eso es malo —dijo el coronel Gerineldo Márquez.
Al coronel Aureliano Buendía le divirtió su alarma. «Naturalmente», dijo. «Pero en todo caso, es mejor eso que no saber por qué se pelea». Lo miró a los ojos, y agregó sonriendo:
—O que pelear como tú por algo que no significa nada para nadie.”

“«Todo normal, mi coronel». Y la normalidad era precisamente lo más espantoso de aquella guerra infinita: que no pasaba nada.”

“—No, Aureliano —replicó—. Vale más estar muerto que verte convertido en un chafarote.
—No me verás —dijo el coronel Aureliano Buendía—. Ponte los zapatos y ayúdame a terminar con esta guerra de mierda.
Al decirlo, no imaginaba que era más fácil empezar una guerra que terminarla.”

“«No te preocupes», sonreía él. «Morirse es mucho más difícil de lo que uno cree».”

“Pensó confusamente, al fin capturado en una trampa de la nostalgia, que tal vez si se hubiera casado con ella hubiera sido un hombre sin guerra y sin gloria, un artesano sin nombre, un animal feliz.”

“El coronel Aureliano Buendía apenas si comprendió que el secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad.”

“Fernanda, en cambio, lo buscó únicamente en los trayectos de su itinerario cotidiano, sin saber que la búsqueda de las cosas perdidas está entorpecida por los hábitos rutinarios, y es por eso que cuesta tanto trabajo encontrarlas.”

“La vida se le iba en bordar el sudario. Se hubiera dicho que bordaba durante el día y desbordaba en la noche, y no con la esperanza de derrotar en esa forma la soledad, sino todo lo contrario, para sustentarla.”

“En el sueño recordó que había soñado lo mismo la noche anterior y en muchas noches de los últimos años, y supo que la imagen se habría borrado de su memoria al despertar, porque aquel sueño recurrente tenía la virtud de no ser recordado sino dentro del mismo sueño.”

“—Despídete de Fernanda —le suplicó—. Un minuto de reconciliación tiene más mérito que toda una vida de amistad.” 
No podría estar más en desacuerdo con esta frase.

“—Diremos que lo encontramos flotando en la canastilla —sonrió.
—No se lo creerá nadie —dijo la monja.
—Si se lo creyeron a las Sagradas Escrituras —replicó Fernanda—, no veo por
qué no han de creérmelo a mí.” 
No sé si se esta burlando o habla enserio.

“«En Macondo no ha pasado nada, ni está pasando ni pasará nunca. Este es un pueblo feliz. »”

“Fernanda se preguntó si no estaría incurriendo también en el vicio de hacer para deshacer, como el coronel Aureliano Buendía con los pescaditos de oro, Amaranta con los botones y la mortaja, José Arcadio Segundo con los pergaminos y Úrsula con los recuerdos.”

“Se estremeció con la comprobación de que el tiempo no pasaba, como ella lo acababa de admitir, sino que daba vueltas en redondo.”

“Intrigado con ese enigma, escarbó tan profundamente en los sentimientos de ella, que buscando el interés encontró el amor, porque tratando de que ella lo quisiera terminó por quererla. Petra Cotes, por su parte, lo iba queriendo más a medida que sentía aumentar su cariño, y fue así como en la plenitud del otoño volvió a creer en la superstición juvenil de que la pobreza era una servidumbre del amor.”

“«Apártense, vacas, que la vida es corta»”

“Nadie supo nunca que aquellas vituallas las mandaba Petra Cotes, con la idea de que la caridad continuada era una forma de humillar a quien la había humillado. Sin embargo, el rencor se le disipó mucho más pronto de lo que ella misma esperaba, y entonces siguió mandando la comida por orgullo y finalmente por compasión. Varias veces, cuando le faltaron ánimos para vender billetitos y la gente perdió el interés por las rifas, se quedó ella sin comer para que comiera Fernanda, y no dejó de cumplir el compromiso mientras no vio pasar su entierro.”

“Bastaba con verlo una vez, aun en la penumbra de la sala, para darse cuenta de que la fuerza secreta que le permitía vivir no era el instinto de conservación, sino la costumbre del miedo.”

“No había ningún misterio en el corazón de un Buendía que fuera impenetrable para ella, porque un siglo de naipes y de experiencias le había enseñado que la historia de la familia era un engranaje de repeticiones irreparables, una rueda giratoria que hubiera seguido dando vueltas hasta la eternidad, de no haber sido por el desgaste progresivo e irremediable del eje.”

“A mí me bastaría con estar seguro de que tú y yo existimos en este momento.”

“Había comprendido que no saldría jamás de ese cuarto, pues estaba previsto que la ciudad de los espejos (o los espejismos) sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano Babilonia acabara de descifrar los pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.”

Puntuación (3.5/5)



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