viernes, 14 de febrero de 2020

El Cuento de la Criada — Margaret Atwood





“En los periódicos aparecían noticias: cadáveres en las zanjas o en el bosque, mujeres asesinadas a palos o mutiladas, mancilladas, solían decir; pero eran noticias sobre otras mujeres, y los hombres que hacían semejantes cosas eran otros hombres.

Tenían una dimensión que no era la de nuestras vidas. Éramos las personas que no salían en los periódicos. Vivíamos en los espacios en blanco, en los márgenes de cada número.”







Sinopsis:

Amparándose en la coartada del terrorismo islámico, unos políticos teócratas se hacen con el poder y, como primera medida, suprimen la libertad de prensa y los derechos de las mujeres. Esta trama, inquietante y oscura, que bien podría encontrarse en cualquier obra actual, pertenece en realidad a esta novela escrita por Margaret Atwood a principios de los ochenta, en la que la afamada autora canadiense anticipó con llamativa premonición una amenaza latente en el mundo de hoy.

En la República de Gilead, el cuerpo de Defred sólo sirve para procrear, tal como imponen las férreas normas establecidas por la dictadura puritana que domina el país. Si Defred se rebela —o si, aceptando colaborar a regañadientes, no es capaz de concebir— le espera la muerte en ejecución pública o el destierro a unas Colonias en las que sucumbirá a la polución de los residuos tóxicos. Así, el régimen controla con mano de hierro hasta los más ínfimos detalles de la vida de las mujeres: su alimentación, su indumentaria, incluso su actividad sexual. Pero nadie, ni siquiera un gobierno despótico parapetado tras el supuesto mandato de un dios todopoderoso, puede gobernar el pensamiento de una persona. Y mucho menos su deseo.

Los peligros inherentes a mezclar religión y política; el empeño de todo poder absoluto en someter a las mujeres como paso conducente a sojuzgar a toda la población; la fuerza incontenible del deseo como elemento transgresor: son tan sólo una muestra de los temas que aborda este relato desgarrador, aderezado con el sutil sarcasmo que constituye la seña de identidad de Margaret Atwood. Una escritora universal que, con el paso del tiempo, no deja de asombrarnos con la lucidez de sus ideas y la potencia de su prosa.

Opinión:

En el libro se plantea un escenario interesante, y supongo que por ser mujer me indigna aún más. Muchos de los escenarios tal vez nos parezcan exageraciones de lo que vivimos hoy en día. Pero, aún así hay parte de verdad. Algunos, incluso, son realidad para algunas mujeres.

¿Me gusto? Si, tiene varias citas sobre asuntos reales. Lo que no pe gusto fue el libro como historia. Describe en un mundo, pero no me parece que tenga historia, solo la descripción del mundo.

Yo soy amante de las historias. En mi opinión, una historia con una mejor trama hubiera mejorado por mucho el libro. Por lo mismo, de que no es historia si no más descripción de ese mundo, resulta un poco aburrido.



Frases y Citas:

“Sé por qué el cuadro de los lirios azules no tiene cristal, y por qué la ventana sólo se abre parcialmente, y por qué el cristal de la ventana es irrompible. Lo que temen no es que nos escapemos –al fin y al cabo, no llegaríamos muy lejos—sino esas otras salidas, las que una puede abrir en su cuerpo si dispone de un objeto afilado.”

“También se puede servir simplemente esperando.”

“Los jóvenes suelen ser los más peligrosos, los más fanáticos y los que más se alteran cuando tienen un arma en la mano. Aún no han aprendido a existir en el tiempo.”

“Hacer caso omiso no es lo mismo que ignorar, hay que esforzarse para ello.”

“Nada cambia en un instante: en una bañera en la que el agua se calienta poco a poco, uno podría morir hervido sin tiempo de darse cuenta siquiera.”

“Por supuesto, en los periódicos aparecían noticias: cadáveres en las zanjas o en el bosque, mujeres asesinadas a palos o mutiladas, mancilladas, solían decir; pero eran noticias sobre otras mujeres, y los hombres que hacían semejantes cosas eran otros hombres. Nosotras no conocíamos a ninguno de ellos. Las noticias de los periódicos nos parecían sueños o pesadillas soñadas por otros. Qué horrible, decíamos, y lo era, pero sin ser verosímil. Sonaban excesivamente melodramáticas, tenían una dimensión que no era la de nuestras vidas. Éramos las personas que no salían en los periódicos. Vivíamos en los espacios en blanco, en los márgenes de cada número. Esto nos daba más libertad. Vivíamos entre las líneas de las noticias.”

“Creo en la resistencia del mismo modo que creo que no hay luz sin sombra o, mejor dicho, no hay sombra a menos que también haya luz.”

Puntuación (3/5)­


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